Un breve inciso
En los últimos meses Barcelona está cambiando mucho. Igual a usted no le parecerá, si es de los que cree que el mayor cambio que ha vivido la ciudad hasta ahora fue el hito -o desastre, según el carácter ideológico-, que supusieron las olimpiadas en 1992, la marca indisoluble de un antes y un después en la ciudad. Pero así es: Barcelona está cambiando mucho. Quizás no a simple vista, es cierto. Pero sí en ciertos parámetros fundamentales, que acabarán -como acaba todo- permeando a lo físico.
Mientras usted lee y mientras yo escribo -en este plano temporal variable que nos relaciona a los dos-, en Barcelona hay alguien dividiendo el asfalto, los barrios y los despachos en “esto para ti” y “esto para mí”. Barcelona, mientras ustedes y yo hacemos nuestras cositas, está siendo repartida como un melón maduro. A eso se le llama “cambio de sistema político”. Y hacía muchísimo tiempo que no afectaba a la ciudad como lo hará.
Porque, por si usted ha estado desconectado del mundanal ruido que representa la política y la realidad local, en Barcelona hemos vivido unas elecciones. Y cuando unas elecciones implican un cambio de gobierno en el Ayuntamiento, la Generalitat y la Diputación -los tres nodos que determinan la vida política de los barceloneses, en mayor o menos medida-, lo acabamos notando todos.