La cosificación de la protesta

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«¿Te gusta la comida étnica? Conozco un restaurante escocés fabuloso». Es probable que los adolescentes Cameron Ford y Adam Welland no supieran de la anécdota retratada en la película Luna de Avellaneda, pero eso no les impidió emularla y acabar cenando en un Macdonald’s del municipio de Kingston (Londres). Pero no se trató de una visita normal de dos chavales a un fast food, no. Los chicos, que son pareja, quisieron tener una verdadera cita, así que después de ponerse sus mejores galas se presentaron dispuestos a pasar una velada romántica, para lo que llevaron sus propios manteles, cubiertos y velitas para la ocasión. A los responsables de ese Macdonalds no pareció hacerle ninguna gracia, por lo que les pidieron que abandonaran el local repetidas veces, aduciendo que era una burla y no estaban actuando responsablemente. Cuando los chicos se negaron a marcharse y anunciaron que sólo querían «traer un poco de clase al sitio», varios clientes les apoyaron, y acabaron su cena-happening con todo el ceremonial correspondiente. El evento quedó bien reflejado en sus cuentas de twitter y se convirtió en un fenómeno en las redes.

Lo que hicieron Ford y Welland es un caso más de los nuevos modelos de terrorismo cultural y recochineo ante la autoridad corporativa. En este caso, se trató de un «fast-food hacking», una protesta-espectáculo ante las políticas de las cadenas de comida basura. Sin adscripción ideológica concreta, una acción individual y única se diseminó inmediatamente por el poder subversivo de la imagen, independientemente del mensaje que realmente quisieran emitir los que urdieron la acción. En un acto así, el consumidor plantea una suerte de espejo paródico, que deja en evidencia prácticas dudosas, maneras de hacer poco claras o, simplemente, al status quo en sí.

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Se vende lo que sea, precio a convenir

« En su momento nos dio igual y ahora también
si no fuera porque han pasado los años
y ahora han puesto un Starbucks
y nos da tanta rabia que parece nostalgia«,
Astrud, Acordarnos.

Emprende. Escribe un best seller. Cambia de ciudad. Ve a correr. No leas tanto los periódicos. Motívate. Apúntate a clases de algo creativo. Cocina más. Invita a los amigos a vermú. Sal de casa. Cómprate un pintalabios. Aprende otro idioma. Esfuérzate más.

El viernes el alcalde de mi ciudad presentó un plan de patrocinio corporativo para la red de Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB) a grandes empresarios. En esa reunión anunció que, por primera vez, también se pone a la venta el nombre de las estaciones del Metro.

No te comas la olla. De esta salimos todos exprimiéndonos más la mollera. Sonríe y el mundo sonreirá contigo. Vete a un spa. Cambia de perfume. Prueba el teatro aunque no te guste. Haz una excursión al campo. Cambia de amigos. Cambia de pareja. Cambia de peinado. Esfuérzate más.

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2010 18

Fotografía de Ren Hang

He releído tres veces en una semana el ensayo «Off the back of a truck» de Sloaney Crosley (en el libro «How did you get this number«, Ed. Portobello). Es emocionante.

«Knowing what you can afford is useful information, even if you don’t want it. It dawns on you that this is what’s in that last nesting doll that won’t open. Somewhere in the center of all that bargaining and investing and stealing is meaning and truth and the lessons you have always known. You hope so. Because without meaning, it was all just a bunch of somebody else’s stuff».