Hola, Margaret Cho

En La Casa Encendida dicen:

 

En esta ocasión la invitada, Silvia Nanclares, nos hablará de sitcoms, los noventa y chicas en la ficción. ¿Puede ser la protagonista de una serie una supermujer o solamente una zombi en tacones? ¿Cómo sobrevivir a una dieta de kiwis? Un debate a partir del stand-up de la humorista Margaret Cho, con aportaciones de la propia Silvia Nanclares. Moratalaz, autoficción y cuñaos junto al humor más descarnado.

 

Y Cho, por lo que pueda pasar, avisa:

 

Más información aquí! http://www.lacasaencendida.es/es/eventos/princesas-y-darth-vaders-sesion-silvia-nanclares-3225

Socialismo cocainómano

 

 

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Pensé que era una broma cuando dijiste
“Quiero verte para discutir tu contribución al futuro
del corazón y el alma de nuestra nación.
A las seis, en mi casa, Whitehall”.

Bueno, llegué justo después de las siete,
pero dijiste “No importa, me hago cargo de tu situación
y tu imagen y me siento halagado
Oh, sólo querría decirte que me encantan todos tus discos.
¿Podrías firmarle esto a mi hija?
Está en el hospital, se llama Miriam.
Y ahora iré al grano: ¿quieres una raya?
¿Eres -snif- socialista?

Y ahora estoy bien
de subidón todo el rato.
Sólo un tiro y me siento genial
y apoyo el Estado del Bienestar.
“Ah, debes ser socialista porque siempre estás de juerga, a tope, en el bar de tu club privado (1)
Oh sí, sí lo eres, ¡tú, superestrella!”

“bueno, tú cantas sobre “la gente normal” y “las deformidades y los rebeldes” así que ¿puedes traerles a mi fiesta (2) y convencerles para que esnifen esto?
Y en realidad, lo que quiero decir es “Venga, movilízame el voto” (3) .
En realidad, lo que quiero decir es “Venga, enrollame ese billete”.
Tu elección en todo esto es la siguiente:
¿Quieres éxitos (4) o quieres fracasos?
¿Eres socialista? ¿sí?

Oh, puedes ser lo que tú quieras ser,
mientras no intentes competir conmigo.
Y he estado esperando tanto tiempo para tener la oportunidad de ayudar
a nuestra propia clase, así que por favor, ven y acata la linea del partido.
Oh, te lo debes a ti mismo.
No pienses en nadie más
y te prometemos que no lo contaremos.
No se lo diremos a nadie.
No, no se lo diremos a nadie.

* * *

(1) Tradicionalmente, los clubs de caballeros (gentlemen’s clubs)  eran el lugar de ocio de los hombres de la aristocracia, que se popularizaron en el s. XIX., generalmente alrededor de St James. En el s. XX el concepto se hizo extensivo a clubs privados para la clase alta-que aceptan mujeres- Más adelante se concibieron como bares de acceso restringido, una especie de bares VIP. Muy populares entre las estrellas del britpop durante la década de los noventa.

(2) Juego intraducible por el doble sentido de party como partido político y fiesta.

(3)  Juego intraducible por la confusión fonética entre «rock the boat» (no me jodas) y «rock the vote» (moviliza el voto)

(4) Juego con el doble sentido de hit como éxito y tiro (dosis de cocaína).

 

De la traducción de «Mother, lover, brother», de Jarvis Cocker. Las notas de la traducción son inéditas.

El hueco en el corazón

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Coney Island, Garry Winogrand

Igual mucha gente no lo entiende, igual a la mayoría les parece frívolo, pero yo me acuerdo de cuando comíamos fuera de casa. Es de esas cosas que casi ni se notan, nunca hubo un día en que nos diéramos cuenta, fue uno de esos lujos que desaparecieron. Ya sé, con la que está cayendo, qué tontería.

Mi amiga escribe un artículo sobre nuestro mundo hace tres años y he estado a punto de no leerlo. Es una estrategia que aprendimos  muy lentamente, pero una vez que se instaló no hubo vuelta atrás. No mirar, no leer, no decir. Si lo nombras, existe. Si lo relatas, pasó. Porque una vez ella escribió sobre el hueco que deja el hueso de las cerezas en el lugar del corazón y después quién olvida eso, eh, quién lo olvida.

El hueco.

Una vez nos subimos a ese barco oxidado, el del fondo, y miramos cómo se iban los turistas del puerto, esas cosas hacíamos, como adolescentes, o sí, no sé, no te sabría decir. Cruzamos el puente, olía a higuera, a sardinas, a todas esas cosas a las que huele cuando uno está bien, o está vivo, o al menos no está muerto porque las cosas huelen. Así éramos, así nos iba.

Se lo cuento a otra amiga y hace un chiste. Cuando se instaló esto que a veces llamamos el aire de posguerra, esta otra amiga, ingeniosa, dijo: «Cómo no va a haber libros de zombis, es literatura realista». Me río. A veces pienso que nos pagan por el ingenio. A veces ni eso.

Comíamos fuera, de vez en cuando, y los amigos estaban en la misma ciudad. No había mapas de suicidios, pienso, alguien tiene que hablar de los suicidios, y de todas esas muertas, cada vez más, y de la valla en Melilla, y de por qué Catalunya tiene el récord en órdenes de deshaucios. Pero entonces pienso en el hueco, en qué se hace con el hueco, cómo hacer para no mirarlo de frente, cómo hacer otro chiste para dejar pasar todo y poder hablar sobre todo lo demás.

Y entonces pienso en cuando comíamos fuera y no sé si nos metimos en casa o nos echamos a la calle porque nos hicimos mayores, o porque vino el apocalipsis o porque la clase media se empobreció y ahí sí que nos manchamos o porque todas aquellas personas que echo de menos se fueron de la ciudad. Algún analista hablará del exilio interior sin saber de su color parduzco, de la miseria de la falta de risa, pero olvidarán el hueco en el lugar del corazón.

Hoy durante un momento me he acordado de todo aquel vocabulario que perdimos, los vasos de cristal a mediodía, el olor a higuera, las tardes sin hacer nada y sin culpa, sólo viviendo. Hoy no quiero hablar de lo que vino después. Queda el hueco. De lo otro no quiero hablar.

(publicado en eldiario.es)