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Al otro lado del arcoiris

«Al otro lado del arcoíris el cielo es azul», dice la versión chill out de la canción y tintinean las copas y suena la música en medio de una fiesta preciosa, y la música suena tan relajante, tan sedante, y aun así, su violencia. No es violenta, tía, es triste, dice alguien, y yo quiero decir no, es violenta, no lo ves, acaso no te das cuenta. Por qué lo ves así, por qué esta canción en medio de esta fiesta se te tiñe de sangre, estás loca, no ves que es bonita, no es nada más, como mucho un poco melancólica y ya, no lo ves, cómo no lo ves.

Al fondo de la fiesta, una pareja de guapos. Ella lleva un vestido largo, él una camisa bien planchada y me fijo en ellos solamente cuando me doy cuenta de que ella baja un poco la cabeza y llora. Le caen las lágrimas, ni siquiera solloza. Mira al suelo mientras él le habla tranquilamente, con mucha suavidad, no deja de hablar en ningún momento. La canción no me deja oír lo que le dice, sólo veo que ella llora y llora, y ni siquiera aparta las lágrimas con la mano. Igual si seguimos aquí mirando se forma un charco. Al cabo de un rato, él, muy suavemente, le agarra la muñeca con dos dedos y tira de ella. La chica se sienta. O más bien, deja que la sienten.

Qué pareja bonita, qué canción bonita, qué momentos tristes.

Pasa una rubia de labios escarchados y sirve champán francés a cuenta de la casa y esto pasa aquí, ahora, y del otro lado el cielo es azul, se supone, del otro lado. Qué hay del otro lado, pregunta alguien, qué hay del otro lado, ¿preguntas o afirmas?, qué cosas tienen las paredes, que a la vez separan y contienen, qué cosas tienen.

Qué cosas tienen las vallas, llenas de cuchillas, igual si nos quedamos mirando se forma un charco, qué noticia triste, o será violenta, o qué será, y ella llora y nadie se mueve, debes de ser tú, que estás loca, y nadie se mueve.

Publicado en Eldiario.es el 23 de noviembre

La red abierta o como son las cosas en realidad gracias a guifi

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Topicazo al canto: lo primero que me viene a la cabeza cuando empezamos a hablar de guifi es una escena de película de ciencia ficción. Cualquiera. Pero especialmente una en la que el gurú dice “¿y si la realidad no fuera como tú crees?” y el protagonista pardillo mirara, atónito, a su alrededor. En esta historia yo soy la pardilla y Efrain Foglia, de la red abierta guifi.net es el gurú, desvelándome que hay un mundo más allá de mi módem.

La historia se explica así: cuando se comenzaron a crear las conexiones entre ordenadores más o menos como las conocemos ahora, esto se hizo por cable, en lo que se llaman Local Area Networks (o LANs). Para que nos entendamos: las intranets que todos hemos usado trabajando en oficinas:ordenadores conectados entre sí, con posible acceso a internet, pero en redes privadas y seguras, que las protegían del acceso externo.

Estas LANs u ordenadores interconectados en red en un momento dado pudieron evolucionar y usar tecnología wireless: dejaron de lado el cable y gracias a un protocolo de red que se considera pionero y revolucionario por su utilidad, el 802, se interconectaron con wi-fi. ¿Y cómo lo hicieron?Aquí es cuando la historia gana interés: a través del espectro electromagnético, es decir, de las microondas.

Imaginen que nuestra atmósfera es un gran pastel y que el pastel está troceado: el espectro electromagnético tiene muchos canales (o frecuencias) por donde se pueden transmitir datos a través del aire. Ese espacio por dónde transmiten las radios y los canales de televisión está enteramente regulado y tiene una frecuencia propia por la que estos canales necesitan licencia para emitir. Lo mismo con las frecuencias inalámbricas de internet. Son como autopistas por dónde circulan los datos, y si te cuelas en la frecuencia de otro, eres pirata. Es ilegal, vaya. Sigue leyendo

Jazmín

Esto fue escrito en el hotel Rívoli y sale Eddy. 

tumblr_l24kkrHXQ01qzp5oqo1_500Y llegaron las chicas y atronaba el jazmín.

-el jazmín no atrona, Lijtmaer.
-este es mi texto y si yo digo que atronaba, es que atronaba.

Y así.

Era una tarde de febrero y las cuatro en un hotel. Y ella
le dijo, coqueta, “cásate conmigo”. Y él contestó, práctico y rápido:
“Ni loco”.

Y las chicas, con las mejillas arreboladas. Los hombres, aturullados
por las chicas, y las chicas en realidad son buenas e incómodas.

Te has sacado el máster en vampiros, y todas muertas de risa.

Y una de ellas incómoda, incomodísima, muerta de risa.

“Lo que estás haciendo, nadie lo entenderá”. Y ellas, mondándose. Y él, dedicando canciones y ellas muertas de risa.

Qué más da, dice una. Qué más da.

Y todo, fragante, como el jazmín, como el toque de queda. Un hombre
bueno se aturulla, y ellas saben que queda poco tiempo, vamos, que
queda poco tiempo, vamos, que un par tienen canguro y cosas mañana, y
listas, y listas de la compra. Y se ríen, una vez más. La risa es más
fuerte, más alta, más burlona.

“este no era el plan”, dice una y el hombre se deshace. Las
chicas, enternecedoras, duran lo que dura el jazmín.
Duran lo que dura él, con su farol.

Y se vuelven a reír, parecen hirientes y son buenas.

Vamos, que nos tenemos que ir,
vamos, y uno habla y nos doblamos de risa, y todas tan buenas…