“Nevertheless, blood is thicker than water, as anyone knows who has tasted both.”
Margaret Atwood
“Habíamos ganado. Era nuestra batalla y la habíamos ganado”.
Uno de los testimonios de “Requiem for Detroit?”, de Julien Temple, desgrana las razones por las que el enfrentamiento con la policía y las fuerzas represivas resulta en una batalla triunfal cada día, y, a su vez, una victoria algo ambigua. En una ciudad dónde se cerraron 29 escuelas públicas el año anterior a la realización del documental y el 49% de la población es analfabeta, tirarle una piedra a un poli o prenderle fuego a una casa abandonada es una victoria algo pírrica.
Hace dos años escribí aquí sobre el documental de Temple. Las imágenes de Detroit, en ese momento tan frías y bellas para muchos medios, ahora se nos presentan desde este lado de la debacle como el aviso de una distopía segura. Temple cuenta que esto pasó en el corazón de la industria automovilística estadounidense, pero podría pasar en Manchester, Barcelona o cualquier ciudad europea.
Y, aún así, Temple decidió poner ese interrogante al final del título. Esa narración audiovisual, que funciona como arco explicativo del capitalismo -con esos paisajes postapocalípticos tan espectaculares, esa música y esos testimonios que narran el horror exacto de vivir sin expectativa- contienen, para él y para muchos, un halo de esperanza. Temple graba a jóvenes desempleados que llegan de otras ciudades y empiezan desde cero en un lugar tan extraño, tan literalmente marciano como Detroit: cultivan la tierra y comen y viven de lo que obtienen del suelo. Explica incluso que muchos han acabado creando sus propios restaurantes, pasando así de una economía de subsistencia a, quizás, una refundación de ese capitalismo sin garantías. Eso es algo tradicional en las fantasías apocalípticas: volver a la tierra para regenerar el sistema.
Pero Temple se olvida de una cosa: los que están cultivando la tierra son los chicos blancos que no pueden vivir de su trabajo en Nueva York, Los Angeles o San Diego. Los que queman casas y fuman crack son los negros de Detroit. Para ellos no parece haber interrogante. Para ellos no parece haber nada.