Nadie hablará de nosotras

“¿El “mensaje” de Arlt? Bien, y exactamente: que en el hombre de la clase media hay un delator en potencia, que en sus conductas late la posibilidad de la delación. Es decir: que desde el punto de vista de las exigencias lógicas de coherencia, que pesan sobre toda conducta, existe algo así como un tipo de conducta privilegiada, a la vez por su sentido y por ser la más coherente para cada grupo social, y que si ese grupo es la clase media, esa conducta no será sino la conducta de delación” Oscar Masotta, “Roberto Arlt y yo mismo”.

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Cómo puede una ciudad oler a vapor y a sal, me pregunto. Barcelona huele a vapor, a sal y ahora a aceite de coco de señora noruega en vacaciones. A sardina frita y a asfalto. A tomillo y llanta de coche recalentado. A la que te alejas y caminas -te acuerdas cuando caminábamos, durante horas, a la orilla del mar, bordeando primero la Barceloneta, escalando el Garraf, llegando, sin ton ni son, a las ruinas de la urbanización que se esconde detrás de la vía del tren-, te acuerdas, eh, sí, claro que te acuerdas, venga, claro que sí, atesorábamos esos recuerdos como joyas para colgarlos alrededor del cuello y después hundirnos en el mar.

(De pequeñas nos enseñaron que las chicas buenas no van al cielo sino que se hunden en el agua, con los bolsillos llenos de piedras. Poco después aprendimos que las artistas buenas están muertas y huelen a gas de horno)

Otro momento de mar, esta vez congelado: Vilanova i la Geltrú, 2009. Llegamos en el coche prestado del padre de alguien, altavoces que hacen sangrar tímpanos, coronas de diamantes falsos en el pelo, había un festival y éramos carne de festival y nos desorientamos (porque siempre nos perdemos) de camino a casa. Todavía nadie había sufrido realmente, creo que teníamos dinero o un pase, que era mejor que tener dinero y aquella chica robaba copas en las barras y las llevaba sujetas a la goma de las bragas -¡de las bragas!- y encontramos que era la mejor manera de traficar con cubatas del mundo. Realmente era la mejor.

¿Qué fue de ella, de esa chica? Creo que se casó y tuvo un bebé, ahora va al gimnasio todos los días porque no quiere estar gorda.

(Nota mental: no hay épica para las mujeres que un día salieron a bailar con cubatas en las bragas.)

Ayer en la Rambla del Poblenou, mientras cenábamos, un chaval hostió a su novia delante nuestro y todo el mundo salió corriendo para parar el golpe. Después, el camarero me preguntó estupefacto por qué corría tanto la gente, si no le había pegado con un palo ni nada, solo con el puño.

Pero esto no es ahora, es entonces, cuando vivíamos junto al mar. Una vez tuve un profesor que dijo que en las islas se vive bordeando el mar como quien cuelga de un acantilado, nadie llega al centro, como si el centro fuera el tambor centrifugador de una lavadora.

En la tele sale el retrato de Jo Cox y leo esto y lloro por el testimonio de su amigo. Huelo la enredadera de ese jardín y el río aunque no esté ahí, en ese barco. Seguro sonó Being Boring de Pet Shop Boys, me digo y ya ves tú qué chorrada, y tú que sabes lo que sonó. A Jo Cox la acuchilló un tipo y ahora es ese retrato sonriente en sepia para la posteridad del Brexit.

He aquí el silogismo:

no hay épica para la mujer si no muere.
yo no quiero morir
Por lo tanto, tendremos que inventar nuestra propia épica.
Barcelona huele a vapor, sal y a delación. Y yo no quiero morir, así voy a vivir siempre.

(publicado en Nativa)

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