Se viene Princesas y Darth Vader

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¡ALEGRÍA ALEGRÍA! ¡YA PODEMOS ANUNCIAR QUE EMPIEZA EL CICLO SOBRE HUMOR «PRINCESAS Y DARTH VADER»!

La primera sesión dice así: Iniciamos la serie con una conversación salpicada de videos de Sarah Haskins entre Nacho Moreno, autor del blog Palomitas En Los Ojos, y Lucía Lijtmaer, coordinadora del ciclo, dónde ambos abordarán el humor a partir de los estereotipos con respecto a la mujer en la sociedad de consumo. Yogures, joyas y vampiros: ¡todo sirve para aprender cómo debería ser la mujer de hoy! http://www.lacasaencendida.es/es/eventos/princesas-y-darth-vaders-sesion-palomitas-los-ojos-y-lucia-lijtmaer-3103

Aquí un pequeño entremés de lo que podremos disfrutar:


La primera sesión será el 20 de marzo a las 20:00, en La Casa Encendida

¡Más sorpresas y maravillas próximamente!

Otras familias son posibles (también en la ficción)

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En uno de los ensayos más interesantes este año¿Dónde está mi tribu?Carolina del Olmo nos pone en alerta sobre la férrea mirada a la que nos hemos acostumbrado en temas de crianza. ¿Por qué nos sentimos solos al criar a los hijos? ¿Por qué, además, en los espacios que hay de socialización y puesta en común sobre la maternidad también en muchas ocasiones se nos culpabiliza?

Estas preguntas, curiosamente, parecen estar dándose también fuera del ensayo contemporáneo. En estos últimos meses hay algunos libros que, desde la ficción, parecen dialogar con estas (y otras) preguntas que plantea Del Olmo.

Sin ir más lejos, Blackie Books publica este mes The Stud Book (El libro del semental), que versa sobre cuatro mujeres residentes en Portland y sus diferentes posiciones frente a la maternidad. El que esté afilando el colmillo para atacar un panfleto moderno banal, que aguante la bilis. The Stud Book es una novela divertida y con ritmo sobre unas mujeres y sus recursos vitales ante la idea de ser madres: está Susan, que quiere tener hijos, no se queda embarazada y aún así, tiene que enfrentarse diariamente a la frustración de investigar sobre el apareamiento de animales en el zoo.

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La nueva fórmula: chica joven + estereotipo cultural = polémica

Infografía Twerking

Infografía Twerking.

Hubo un tiempo en el que nos gustaban las galas porque ofrecían una ocasión inmejorable para comparar vestidos de lentejuelas, ver quién agradecía a su representante y comprobar quién iba tan colocado de pastillas que ni se inmutaba cuando perdía o ganaba un galardón. ¿Alguien se acuerda? Daba igual que fueran los VMA, los de MTV o los Grammy. Eran galardones de la industria musical, no hacía falta saber mucho más.

Pero en los últimos meses se ha ido instaurando una nueva fórmula. Es sencilla pero efectiva y dice así: chica joven + estereotipo cultural = polémica. Y de repente, todos empezamos a distinguir qué pasó, cuándo, dónde, y de un día para otro, teníamos todos una opinión sobre qué demonios está intentando hacer Miley Cyrus esta vez, eh, qué demonios.

Esto tiene que ser ofensivo para alguien

En cinco minutos y con unas bragas color carne, Miley Cyrus nos introdujo en el twerking[Wikipedia: un tipo de baile donde el bailarín, normalmente una mujer, sacude las caderas en un movimiento de rebote arriba-abajo que provoca que sus glúteos tiemblen]. Y parecía que era cosa de ella, pero poco después nos enteramos de que era un baile de origen africano, readaptado e introducido en Estados Unidos desde Nueva Orleans. Aquí se reabrieron los debates: ¿era empoderamiento?, ¿era machismo?, ¿era racismo o que molaba?, ¿a quién ofendía y por qué?

El asunto se habría quedado en anécdota si no fuera porque Katy Perry tomó ejemplo y sacó todo su arsenal en forma de barroco asiático en los Premios American Music Awards.

Enfundada en un supuesto kimono –que en realidad era una versión del traje chino cheongsam, modificado para enseñar muslo y pechuga–, su espectáculo recorría varias ceremonias niponas, cultura sobre la cual había declarado días antes: “Estoy obsesionada con esa gente, los amo, son tan monos que me gustaría quitarles la piel y llevarlos puestos como si fueran un Versace”. Frase que, intencionadamente o no, define exactamente la naturaleza del apropiacionismo cultural en el pop.

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La foto

La niña ya habla. Hace tiempo que habla con esa voz de lata que tienen los niños. La miro acercarse como un pajarito y me acuerdo de cuando nació. Alguien hizo una foto con una cámara digital y aparecemos las dos. Yo la sostengo con las mangas de mi jersey azul, ella era tan pequeña.

La niña ya habla y me pide una foto. Nos hemos pintado los labios y quiere verse. Apunto el móvil hacia ella, hace click y se lo enseño. Ella examina su foto y se va, trotando despreocupadamente hacia otro lado.

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