Hay quien sabe y hay quien aprende.
Y después está quien brilla, quien, haga lo que haga, al entrar en una habitación, cambia la atmósfera, la enrarece, la aclara o, simplemente, la modifica. Quien tiene el cuerpo, la cara y la manera de moverse de un personaje de película, novela o poema épico. O quien sabe pensar, escribir, cantar, bailar, llorar. Quien muerde, siente, identifica, escupe.
Luego está quien no aprende nada y señala con el dedo las acciones y los pensamientos de los demás.